El concepto de elección es fundamental en la Biblia y forma parte de la soberanía de Dios por la cual Él hace finalmente lo que quiere sin que nadie pueda señalarlo por ello, eligiendo así a quienes concederá en su momento Su gracia y misericordia para volverse a Él mediante la fe en Cristo y llegar de este modo a ser salvos en lo que se conoce como la doctrina de la predestinación, puesto que al final “… la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano, sino de la misericordia de Dios” (Romanos 9:16). Pero la elección divina no se limita a los creyentes, sino que abarca también a los no creyentes. Por lo menos a algunos de ellos, cuyo accionar obedece en buena medida y de manera providencial a la elección que Dios hace de ellos para cumplir propósitos específicos y a veces muy evidentes en la realización de Sus planes en el mundo, como en el caso del rey pagano Ciro de Persia, de quien Dios anunció por intermedio del profeta: “Yo afirmo que Ciro es mi pastor, y dará cumplimiento a mis deseos; dispondrá que Jerusalén sea reconstruida, y que se repongan los cimientos del templo.’»” (Isaías 44:28), como en efecto sucedió con posterioridad cuando el rey Ciro favoreció decisivamente el retorno de los judíos exiliados a su nación para reconstruir el templo y la ciudad, junto con sus derribados muros. Y si esto es así en lo que tiene que ver con paganos inconversos, con mayor razón los creyentes debemos ser conscientes de que Dios no nos eligió en Cristo para ser salvos meramente, sino para cumplir un honroso, calificado y siempre significativo servicio a su causa en este mundo.
Deja tu comentario