Si la vida es un don y no un derecho, cada día es una nueva oportunidad y un nuevo comienzo. La Biblia nos recuerda que cada día trae sus propios problemas y afanes y que a todos nos llegan buenos y malos tiempos. Es, pues, apenas natural que a veces tengamos malos días. Pero afortunadamente cada día tiene sólo 24 horas, y por eso siempre podremos decir al final de una jornada mala y de manera esperanzada, confiando en pasar la página: “mañana será otro día”. Así, por mucho que nos agobien nuestros problemas, la actitud que asumimos ante ellos cada nuevo día −con la confianza en que Dios nunca nos deja ni nos desampara, sino que nos brinda su invaluable ayuda para superarlos− puede convertirse en el decisivo punto de inflexión que cambie favorablemente el rumbo de nuestras vidas. Al fin y al cabo, como lo dijo Dave Weinbaum: “El secreto de una vida plena es tener más comienzos que finales”. Y cada día puede convertirse así en un nuevo comienzo en el que, con entusiasmo renovado y dejando lo que queda atrás, ajustemos nuestras perspectivas y nuestras voluntades con las de Dios y corrijamos la dirección que llevábamos, identificando y regresando al punto en que nos desviamos, para retomar la senda correcta, apelando a Dios con las palabras del profeta: “Permítenos volver a ti, Señor, y volveremos; renueva nuestros días como antes”(Lamentaciones 5:21), pues: “Por el gran amor del Señor no somos consumidos, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!” (Lamentaciones 3:22-23)
El entusiasmo de un nuevo día
19 octubre, 2021
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“Todos los días hay que renovar el entusiasmo del principio para que todos los días tengamos nuevos y esperanzadores comienzos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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