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El dominio propio

“Al no saber dominarse a sí mismos los grandes conquistadores de la historia borraron con el codo lo que hicieron con la mano”

Hay un adagio latino que dice: “Vence el que se vence”. En efecto, el dominio sobre sí mismo es uno de los triunfos más significativos y valiosos aportadas a la experiencia diaria del creyente por la fe en Cristo Jesús, al ser ésta una de las cualidades humanas que se hallan comprendidas en el fruto que el Espíritu Santo produce en la vida del creyente bien dispuesto. Asimismo, el dominio propio es un importante logro en esa secuencia de 2 Pedro 1:5-8 que el apóstol nos exhorta a ir adquiriendo y acrecentando día a día sin cesar en la medida en que vamos madurando en la fe, para poder sortear el peligro de llegar a ser “… inútiles e improductivos” en la obra de Dios. El dominio propio no consiste en asumir una actitud pasiva, temerosa, cobarde y obsecuente hacia los demás, sino que tiene que ver con la disponibilidad de un gran poder o fuerza interior sobre la cual ejercemos completo control. Y es que la persona inmadura y con encubiertas debilidades de carácter suele empeñarse en suplir estas debilidades tratando de controlar o de dominar a los demás. Muchos de los grandes conquistadores de la humanidad lograron dominar a los demás por la fuerza, o la intimidación; pero nunca pudieron dominarse a sí mismos, brindando un lastimoso cuadro en lo que tiene que ver con su carácter personal, a pesar de la gloria que la historia les tributa. Por eso la Biblia tiene en más estima el dominio propio que la fuerza y la capacidad de conquista sobre los demás: “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades” (Proverbios 16:32)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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