En la modernidad el amor degeneró en sentimiento, cuando lo cierto es que el amor es y debe ser siempre y antes que nada un deber que suscribimos de manera libre, voluntaria y comprometida, al margen de los sentimientos que lo puedan acompañar. Porque si bien los sentimientos juegan un papel importante en el amor, no se pueden confundir con el amor en sí mismo. Así, por ejemplo, cuando los esposos pronuncian los votos matrimoniales, nunca condicionan el amarse hasta que la muerte los separe a la presencia continua en su relación de los mismos sentimientos sublimes y embriagadores que experimentaron en el noviazgo, que por intensos que puedan ser, son siempre volátiles y cambiantes. Los sentimientos son un valor agregado al amor, pero no lo fundamental en él. Por eso, la Biblia no se refiere a las relaciones conyugales y paternofiliales en términos de sentimientos, sino de deberes mutuos que debemos cumplir al margen de los sentimientos. Los cristianos tenemos, pues, que estar en condiciones de amar al margen de los sentimientos, como manifestación resuelta de nuestra voluntad de cumplir con nuestro deber, sin que éste tenga que estar acompañado por la exaltación o el despliegue de sentimientos, que son algo contingente en el amor, pues el amor es en esencia un deber aderezado con sentimientos nobles y sublimes, pero deber después de todo, como lo ilustra el amor de Dios por nosotros: “Hace mucho tiempo se me apareció el Señor y me dijo: «Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad” (Jeremías 31:3)
El deber de amar
14 octubre, 2021
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“El amor mantiene vivo el compromiso con los seres amados a pesar de que los sentimientos hacia ellos fluctúen o aún desaparezcan”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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