La eternidad es un atributo de Dios que significa que Él no está sometido ni limitado por el tiempo, pues el tiempo también es una creación Suya. Los hombres, por el contrario, estamos tan sujetos al transcurrir del tiempo que somos seres necesariamente temporales, conscientes como no lo es ningún otro ser del inexorable paso del tiempo, pero nunca resignados a ello sino anhelando siempre la eternidad y la inmortalidad que logre trascender la fugacidad de este efímero marco cronológico en el que nos encontramos. Anhelo que nos guste o no, nos remite tarde o temprano a Dios de tal manera que la búsqueda frenética emprendida por la ciencia moderna para prolongar cada vez más la vida y vencer la muerte descubriendo así el elixir de la eterna juventud, no es más que la búsqueda de Dios. Lo malo es que no muchos están dispuestos a reconocerlo, pues el hecho de que la ciencia haya podido alargar nuestras expectativas de vida y derrotar y curar muchas enfermedades anteriormente mortales genera la ingenua ilusión de que podremos vencer un día el envejecimiento y vivir para siempre sin el concurso de Dios. Haríamos, por tanto, bien en recordar que fue Dios mismo Quien nos creó con esta conciencia del tiempo y este anhelo de una eternidad que únicamente lograremos alcanzar y satisfacer un día a cabalidad en Cristo y solamente en Él, puesto que: “Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin” (Eclesiastés 3:11)
Dios, tiempo y eternidad
24 julio, 2021
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“Todos tenemos tal sentido de lo eterno que no importa cuánto nos alejemos de Dios, en el fondo siempre tenemos conciencia de Él”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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