Miguel de Unamuno se manifestó siempre impresionado por dos libros del Antiguo Testamento: el libro de Job y el libro de Eclesiastés. Del primero dijo que en él se manifestaba lo que llamó el “sentimiento de la vida trágica”. Y esto mucho antes de que la tragedia griega viniera a corroborarlo, pero ya de manera fatalista y no esperanzada como aparece en la Biblia. Y en el libro de Eclesiastés encontró lo que llamó el “sentimiento de la vida continua”. Esto es que, a pesar de la tragedia, la vida sigue su curso y debemos, entonces, sobreponernos a las tragedias para continuar adelante. Aún la muerte física, considerada por mucho tiempo como la tragedia final, antes de que la ciencia moderna creara una tragedia mayor como lo es la vida humana en estado vegetativo; es en realidad y por lo pronto, una parte ineludible del incesante ciclo de la vida “un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar… un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto… Esto es lo que he comprobado: que en esta vida lo mejor es comer y beber, y disfrutar del fruto de nuestros afanes. Es lo que Dios nos ha concedido; es lo que nos ha tocado.Además, a quien Dios le concede abundancia y riquezas, también le concede comer de ellas, y tomar su parte y disfrutar de sus afanes, pues esto es don de Dios. Y como Dios le llena de alegría el corazón, muy poco reflexiona el hombre en cuanto a su vida.” (Eclesiastés 3:2, 4; 5:18-20)
Eclesiastés y el sentimiento de la vida continua
23 julio, 2021
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“Job nos recuerda que la vida contiene tragedia, pero Eclesiastés nos recuerda que, con todo y ello, sigue su curso”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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