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Deshonestidad engañosa

“El deshonesto es aún peor que el incrédulo, pues no sólo se engaña a sí mismo, sino que pretende también engañar a los demás”

Por honesto que sea, el incrédulo está engañado, pues la honestidad no es garantía ni salvaguarda para no estarlo. Sin embargo, mucho va del que está honestamente engañado al que, siendo consciente del engaño en que vive, persiste en él. Porque la honestidad debe comenzar por nosotros mismos antes de incluir a los demás, de modo que, si pretendemos ser honestos con los demás, debemos comenzar por serlo con nosotros mismos, lo cual equivale a decir que debemos serlo con Dios, pues como lo decía Agustín, Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos y a Él de ningún modo podemos engañarlo enredándolo en los sofismas de distracción y autojustificación con los que pretendemos sin éxito acallar nuestras conciencias. Él conoce nuestra intimidad mejor que nosotros, por lo cual lo que deberíamos hacer al respecto es aceptar que Su perspectiva sobre nosotros es la correcta y alinearnos con ella sin tanta resistencia, para nuestro propio bien y beneficio. Quien no es honesto con Dios se engaña a sí mismo y, por mucho que lo desee e intente, no podrá tampoco ser honesto con los demás. Pero quien, consciente del autoengaño en que incurre de manera deliberada pretende, además, engañar también a los demás es peor que el que, honestamente engañado, hace partícipe a otros de su propio engaño sin mala fe. Porque finalmente, es preferible el que está honesta e inadvertidamente engañado que el que lo está de manera consciente y deliberada, pues: “El rey se complace en los labios honestos; aprecia a quien habla con la verdad” (Proverbios 16:13)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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