El adverbio “demasiado” puede ser fatal, por los problemáticos excesos que implica. De hecho, la Biblia nos anima a evitar los excesos extremistas que nos conducen a las afectaciones hipócritas e inauténticas: “No seas demasiado justo, ni tampoco demasiado sabio… No hay que pasarse de malo, ni portarse como un necio. ¿Para qué morir antes de tiempo? Conviene asirse bien de esto, sin soltar de la mano aquello. Quien teme a Dios saldrá bien en todo” (Eclesiastés 7:16-18). En especial cuando esto nos conduce a eludir nuestras responsabilidades ante Dios al acudir a este adverbio como excusa para diferir decisiones que no dan espera y que deberíamos tomar hoy pero que, por cuenta del adverbio “demasiado”, vamos relegando cada vez más. Así, de niños no tomamos a Dios en consideración porque somos demasiado pequeños. En la adolescencia estamos demasiado concentrados en divertirnos y pasarla bien. Cuando somos adultos, nos encontramos demasiado preocupados por llegar a ser productivos y sentar las bases de nuestro futuro hogar. En cuanto nos casamos nos hallamos demasiado fascinados por nuestro cónyuge y un poco después nuestra fascinación se traslada en buena medida a nuestros hijos. La edad madura nos sorprende demasiado atareados labrándoles un futuro digno a nuestros hijos y un retiro satisfactoriamente decoroso para nosotros mismos. En la vejez finalmente estamos ya demasiado deteriorados y frecuentemente cuando nos sorprende la muerte es ya demasiado tarde. Debemos tomar, pues, atenta nota para que no nos pase a nosotros.
Demasiado siempre es malo
3 agosto, 2021
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“Demasiado siempre es malo, aunque tenga que ver con prácticas buenas y recomendables como las relativas a la fe y a la virtud”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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