Planificar es bueno y algo siempre recomendado en las Escrituras, pero tener todo planificado al detalle de manera rígida y segura, incluso lo que nos depara el futuro, es un anhelo irrealizable que nos lleva a desgastarnos y preocuparnos por asuntos que estarán siempre más allá de nuestro control y que, de paso, nos impiden confiar en Dios como Él nos invita a hacerlo, descansando en su promesas de bondadoso cuidado y amor paternal para con Sus hijos y en el poder y sabiduría superior que Él despliega en todo lo que hace. Por mucho que deseemos tener todo planificado al detalle, anticipando incluso posibles contingencias por medio de lo que solemos llamar “el plan b”, siempre habrá asuntos que se nos escapan, pero que son justamente en los que Dios nos sorprende de maneras inesperadas e insospechadas, pero muchas veces más provechosas de lo que nosotros hubiéramos podido desear e imaginar. Desde el Antiguo Testamento Dios nos llama a acudir a Él y descansar en Él mediante invitaciones como la formulada por intermedio del profeta: “pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir” (Jeremías 33:3 NTV). Pero esto lo hace, no de manera anticipada, sino sobre la marcha, porque antes que nada Él espera que nos pongamos en marcha con fe y resolución para salirnos al encuentro en el curso de ella. Invitación complementada, además, por el apóstol de esta manera concluyente: “Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.»” (1 Corintios 2:9)
Dejar que Dios nos sorprenda
5 febrero, 2023
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“Conocer lo que el futuro nos depara no es en verdad deseable. Es mejor dejar que Dios nos sorprenda como sólo Él sabe hacerlo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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