Wayne Dyer advertía que: “No importa el error que encuentres en otro ni cuanto lo culpes, eso no te cambiará. Lo único que hace… es quitar el foco de atención cuando buscas razones externas para explicar tu desdicha o frustración. Tal vez triunfes al hacer que otro se sienta culpable… pero no… al tratar de cambiar cualquier cosa que te haga infeliz”. Pero, a pesar de que sabemos que las comparaciones son odiosas, tenemos una tendencia natural a compararnos con los demás, con la esperanza de salir mejor librados que aquellos con quienes nos comparamos, imaginando ingenuamente que tal vez así podremos desviar la atención de Dios de nosotros mismos para dirigirla al otro. Somos como niños pequeños que, al ser sorprendidos comiendo las galletas de lo alto del estante, señalan y culpan al que sostiene en sus manos el recipiente que las contiene, olvidando que los restos de galleta en sus propios rostros los delatan. Y es que Dios no se deja enredar en estos necios e infantiles sofismas de distracción urdidos por el ser humano para tratar de justificarse. A la vista de esto las comparaciones terminan siendo inoficiosas y la única alternativa provechosa es obrar dócil y humildemente como lo indicó el Señor: “»¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo’, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano” (Lucas 6:41-42)
Culpando al otro
9 mayo, 2022
2 Lectura mínima
“De nada sirve señalar al otro, pues Dios no se deja enredar en estos infantiles sofismas de distracción a la hora de juzgarnos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.