Más allá de los aspectos religiosos involucrados en la distinción provisional entre judíos y gentiles o paganos y la elección de Dios sobre los primeros, junto con el consecuente trato diferente dispensado a ellos por contraste con los últimos; lo cierto es que el evangelio también nos reveló aspectos que la ciencia moderna ha confirmado y el mismo sentido común ꟷdepurado de los sesgos que las diversas culturas y creencias humanas sin fundamente real le han impuestoꟷ a su vez ratifica. Esto es que, como lo dijo Thomas Hobbes: “La naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales… que… la diferencia entre hombre y hombre no es tan considerable, de modo que no hay ventaja que alguno de ellos pueda pretender para sí”. Sentencia demostrada también por la ciencia, pues, como nos lo informa la periodista Dawn Stover, especialista en temas científicos: “Genéticamente hablando, la raza no existe. Los estudios que se han realizado del ADN humano dejan en claro que la variabilidad genética es mucho mayor entre individuos que pertenecen a determinado grupo social que entre dos grupos raciales distintos”. En efecto, la genética ha descubierto que no existen en la humanidad diferencias individuales sustanciales que justifiquen el orgullo de raza o las pretensiones de superioridad de un grupo o individuo respecto de otro. El cristianismo es, pues, el mejor promotor de la igualdad, dignidad y fraternidad universal de la humanidad, pues: “En esta nueva naturaleza no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos” (Colosenses 3:11)
Cristo es todo en todos
“Cualquier diferencia visible entre los seres humanos no es determinante y pierde importancia en la iglesia gracias al evangelio”
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