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Con el rostro descubierto

“La gloria verdadera que perdura por sobre todo, es la que se obtiene en el camino de Cristo de la humillación y el servicio”

Decía Ireneo de Lyon que: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva”, lo cual no significa que la gloria de Dios dependa de la vida humana, pues Dios posee en sí mismo toda la gloria en grado superlativo al margen de sus criaturas; sino más bien que fuimos creados no sólo para intensificar con nuestras existencias el brillo de su gloria y para glorificarlo expresamente con nuestras bocas y nuestras vidas de manera intencional y premeditada; sino para llegar a participar de Su gloria en la medida en que Él ha decidido generosamente compartirla con nosotros. Pero para lograrlo debemos contemplar la gloria de Dios a través del velo de la humillación que caracterizó el paso por la tierra de Jesucristo, pues este velo no puede ocultarla por completo al que observa con atención honesta y desprejuiciada, como se dejó traslucir con cegadora claridad en la transfiguración del Señor en el monte Tabor delante de sus discípulos Pedro, Jacobo y Juan. Y es que la gloria verdadera, la que perdura y no puede ser opacada por nada es la que se obtiene, por oposición a la vanagloria de la vida, en el camino de Cristo de la humillación y el servicio, pues sólo así adquiere sentido lo dicho por Alfonso Ropero: “La gloria del hombre consiste en ser luz y reflejo del ser divino… la participación en el ser mismo de Dios, que es nuestro ser más auténtico, lo más propio de nosotros mismos”, anunciado ya de este modo por Pablo: “Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu” (2 Corintios 3:18)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Estoy casado con Deisy y tengo dos hijos: Mateo y María José. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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