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Coherencia entre deber y deseo

“Ser libre no es hacer lo que quieres, sino lograr que haya siempre coherencia entre lo que quieres, lo que debes y lo que haces”

La falta de coherencia es la gran carencia que padece todo el género humano en mayor o menor grado y que demuestra que, en realidad, no somos tan libres como pretendemos. La coherencia es la correspondencia que debería haber siempre entre lo que pensamos y lo que hacemos. Pero lo cierto es que lo que hacemos no corresponde nunca del todo con lo que pensamos. Por lo menos, no con los contenidos de lo que nuestra conciencia nos indica que es lo correcto. Y si Cristo dijo que únicamente Él, la Verdad personificada y encarnada como hombre nos haría libres, es porque en realidad no lo somos, aunque así lo creamos. Y no lo somos porque todos estamos internamente divididos entre los correctos dictados de nuestra conciencia y los deseos desordenados de nuestra voluntad que son los que al final se terminan imponiendo y demostrando que, como lo dice la Biblia, somos esclavos del pecado. Pero el evangelio contiene una promesa que responde con creces a nuestra necesidad de coherencia. Promesa anunciada ya en su momento por el profeta: “Haré que haya coherencia entre su pensamiento y su conducta, a fin de que siempre me teman, para su propio bien y el de sus hijos” (Jeremías 32:39). El poder del evangelio nos libera de la esclavitud del pecado para que seamos verdaderamente coherentes y nuestra conducta corresponda y refleje con precisión los dictados de nuestra conciencia moral de modo que podamos hacer lo correcto, no sólo porque debemos hacerlo, sino también porque queremos hacerlo. En eso consiste la verdadera libertad que el evangelio promete y otorga.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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