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Cisternas rotas que no retienen agua

“El pecado conlleva una culpa doble: primero desechar a Dios y segundo pretender reemplazarlo con pobres y censurables sustitutos”

Ya hemos dicho que la fe, o la ausencia de ella, es una apuesta en la que obtenemos siempre, para bien o para mal, el doble de lo que esperábamos o temíamos. Y tal vez esto sea más que justo si tenemos en cuenta que toda decisión humana involucra siempre un doble movimiento. El primero es el de rechazo o acercamiento a algo que nos repele o atrae indistintamente. Y el segundo es, de manera simultánea, el acercamiento a algo con lo que, en el primer caso, pretendemos reemplazar de manera más satisfactoria aquello que hemos rechazado o, en el segundo caso, el alejamiento de algo de lo debemos apartarnos para poder alcanzar lo que deseamos, en vista de su mutua incompatibilidad. Así, pues, tanto la fe como la incredulidad, al ser apuestas o decisiones que debemos tomar, requieren de nosotros un doble movimiento. La fe involucra, entonces, en primer lugar, creer en Dios, es decir afirmar su realidad o existencia. Y en segundo lugar, creerle a Dios, es decir confiar en Él y en Su Palabra, la Biblia. Asimismo, la incredulidad también conlleva su propio doble movimiento. En primer lugar, alejarse de Dios al punto de negar su realidad para todo efecto práctico. Y en segundo lugar, sustituirlo con toda clase de ídolos manifiestos o sutiles que nunca lograrán satisfacer los anhelos, expectativas y necesidades humanas que sólo Dios está en condiciones de satisfacer. Por eso: “»Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo: Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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