Una de las líneas de evidencia que sustenta la pretensión de la Biblia de ser inspirada por Dios, es su autoridad sin prejuicios. Es decir que la Biblia registra y señala, sin vacilar, aún el pecado de los mejores hombres, sin que exista ningún sesgo de parcialidad o injusta indulgencia a favor de ninguno de ellos. Vemos, por ejemplo, que aunque el rey David es descrito como un hombre conforme al corazón de Dios o de su completo agrado, también se señala con firmeza y sin vacilación alguna su pecado flagrante de adulterio y homicidio. De ser la Biblia una obra meramente humana, sería de esperarse que tuviera una tendencia más o menos marcada a mitigar o aún a ocultar las manchas en el carácter de aquellos hombres que se distinguieron por su virtud, valentía o heroísmo, como en efecto sucede de una forma generalizada y que contrasta fuertemente con la narración bíblica en los anales históricos de otros pueblos de la antigüedad tales como los egipcios, los asirios, los caldeos, los persas, etc; en los cuales se aprecia que, a la par que se exaltan las virtudes de sus líderes, también se suavizan o callan sistemáticamente sus defectos y faltas. Como lo expresó bien el autor cristiano Charles Swindoll: “… la Biblia es un libro de realidades… no ensalza a los santos; dice la verdad acerca de ellos. Los pinta como son. Cuando actúan como hombres de Dios… los presenta como tales. Y cuando fracasan, descubre eso. La Biblia no anda con rodeos”. No podría ser de otro modo, pues es un hecho reconocido que: “Más vale ser reprendido con franqueza que ser amado en secreto…A fin de cuentas, más se aprecia al que reprende que al que adula” (Proverbios 27:5; 28:23)
Autoridad imparcial y sin prejuicios
13 julio, 2021
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“Dios no es un adulador de nadie y por eso señala sin vacilar aún el pecado de quienes tienen un corazón conforme al Suyo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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