En una sociedad como la occidental que menosprecia la experiencia de la edad, podemos llegar a creer que en la avanzada madurez ya es demasiado tarde para fructificar. Pero Dios afirma: “Aun en su vejez, darán fruto, siempre estarán saludables y frondosos para proclamar: «El Señor es justo, él es mi roca y en él no hay injusticia»” (Salmo 92:14-15). Longfellow escribió al respecto: “‘¡Es demasiado tarde!’ ¡Ah! Nunca es demasiado tarde…”, procediendo enseguida a relacionar una serie de logros alcanzados en la edad madura por poetas y escritores célebres de la historia que, independiente de la exactitud en la información, que no siempre coincide con los hechos conocidos, de todos modos establece con suficiencia su luminosa y esperanzadora conclusión final cuando dice: “… ¿Entonces, qué? ¿Nos sentaremos ociosos y diremos: ‘La noche ha llegado; ya no hay más día’? Pues la edad es una oportunidad no menor que la misma juventud, aunque con otra vestidura; y cuando se desvanece el crepúsculo de la tarde; el cielo está lleno de estrellas, invisibles de día. Nunca es demasiado tarde para comenzar a hacer lo bueno. ¡Nunca!”. Max Lucado hacía una reflexión similar en relación con la elección de Moisés, preguntándose: “… ¿Por qué el Moisés de ochenta años? La versión de cuarenta años era más atractiva. El Moisés que vimos en Egipto era más temerario y seguro”, concluyendo enseguida sentenciosamente: “Pero el que encontramos cuatro décadas más tarde era recio y curtido”, demostrando así que la edad no debe ser un estorbo para dar fruto
Aún en su vejez darán fruto
"Para los creyentes en particular la edad es una oportunidad no menor que la misma juventud para fructificar, aunque con una diferente vestidura”






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