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Ateísmo y desesperación

“Un ateo en paz es una contradicción de términos pues la desesperación existencial es la conclusión obvia que resulta del ateísmo”

La anterior afirmación podría desmentirse señalando a muchos ateos que viven en relativa y satisfactoria paz. Pero esto se debe a que, sí así pueden hacerlo, es porque no son ateos consecuentes con su ateísmo. Porque, como ya lo hemos señalado en otros segmentos y aunque ellos lo nieguen expresamente, los ateos creen en Dios “a su manera”. Recordemos, pues, lo dicho en cuanto a que, si se niega a Dios, es inevitable que se termine sustituyéndolo con algo o con alguien, pues de no hacerlo, el ateísmo llevado hasta sus últimas consecuencias debería conducir de manera lógica y consistente a la desesperación y al suicidio. Y si los ateos no se suicidan es debido a que han encontrado algo por lo cual vivir. Y eso por lo cual viven es su dios. Es que, como lo indicamos en su momento, negar a Dios e intentar proveer al mismo tiempo una explicación coherente del universo y de la vida es tan difícil, que de un modo u otro los ateos no terminan más que introduciendo a Dios “de contrabando” en sus explicaciones, aunque se resistan a aceptarlo y llamarlo por su nombre. Dios es la realidad última e incondicional que le da sentido al universo y al tratar de negarlo como tal lo único que logramos es asignarle ese carácter último e incondicional a algún ídolo de este mundo. De lo contrario, debemos darle la razón el ateo Bertrand Russell que, al plantear el ateísmo, expresó de manera consistente que la única alternativa que éste nos deja es vivir en una “desesperación insumisa”. Pero como lo dijera el profeta: “Cuando la desesperación los atrape, en vano buscarán la paz” (Ezequiel 7:25)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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