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Antes y después de la conversión

“Nadie se encuentra atrapado en un destino inmodificable, pues la conversión puede romper cualquier condicionamiento previo”

La conversión a Cristo está llamada a ser el punto de inflexión en la historia de cualquier persona que marca un drástico “antes” y “después”. Tan drástico que modifica de una vez y para siempre de forma irreversible el rumbo que la existencia de la persona en cuestión llevaba, no sólo en lo que tiene que ver con su destino eterno, que cambia de condenación a salvación, de tinieblas a luz, de servidumbre a libertad y de muerte a vida; sino también el rumbo temporal engañoso, insustancial y sin sentido que traía su vida antes de la conversión, reorientándola hacia nuevos y muchos más elevados y trascendentales derroteros que transforman de modo muy favorable la existencia del convertido y mejoran de manera evidente y significativa su condición actual, en lo que Cristo designó como “vida abundante” al anunciar los resultados que su encarnación, muerte y resurrección tendrían para todos los que creyeran en Él en virtud de la conversión. Es por eso que así como la historia y la cronología humana está marcada y dividida por un antes de Cristo −a.C.− y un después de Cristo −d.C.− muy determinantes, que establecen un notorio contraste entre los siglos y milenios anteriores y posteriores a la aparición de Cristo en la historia, en lo que comúnmente se designa como el “año domini” o año del Señor; así también en la vida de todo creyente hay un a.c. –antes de la conversión− y un d.c. –después de la conversión− que marca un cambio y un nuevo comienzo, como lo dijo el profeta:“… la maldad del impío no le será motivo de tropiezo si se convierte…” (Ezequiel 33:12)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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