La continuidad de la existencia humana después de la muerte está documentada no sólo en la Biblia, sino que se encuentra en la base de prácticamente la totalidad de las religiones a lo largo de la historia. Los grupos sectarios de nuestros días como los Adventistas del Séptimo Día y los Testigos de Jehová con su creencia en que quienes no formamos parte de su grupo ꟷes decir, quienes desde su perspectiva sectaria no somos salvosꟷ, seremos aniquilados por Dios en el día del juicio final, como lo sostienen los Adventistas; o peor aún, que lo seremos desde el mismo momento de nuestra muerte, que marcaría entonces el instante en que dejaríamos del todo de existir, como lo sostienen los Testigos de Jehová, son casos de excepción. Sin mencionar la creencia de los Adventistas en que entre la muerte y el juicio final todos nos encontramos en un estado de inconsciencia, malinterpretando los pasajes bíblicos que se refieren a la muerte de los justos diciendo que duermen, y pasando además por alto pasajes bíblicos que establecen con claridad que después de la muerte no sólo seguiremos existiendo, sino que estaremos plenamente conscientes de lo que nos sucede. Lo que sí es cierto es que después de la muerte los espíritus de quienes fallecen, justos o no, están del todo imposibilitados de seguir teniendo parte en los asuntos de este mundo, como lo da entender el salmista: “¿Acaso en el sepulcro se habla de tu gran amor y de tu fidelidad en el abismo destructor? ¿Acaso en las tinieblas se conocen tus maravillas o tu justicia en la tierra del olvido?” (Salmo 88:11-12)
¿Acaso en el sepulcro se habla de Tu amor?
"En la Biblia la muerte no implica aniquilación ni inconsciencia, pero si implica la imposibilidad de seguir participando en las cosas de este mundo”






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