En dos oportunidades registradas en la Biblia Dios puso en las manos de David la vida de Saúl, quien lo perseguía para matarlo. Sin embargo, contrario a lo que cualquier otro en su lugar, incluyendo a los hombres bajo sus órdenes, hubiera hecho, no solo en la antigüedad, sino en cualquier otra época de la historia humana en medio de un conflicto armado; David no aprovechó ninguna de las dos oportunidades para matar a Saúl y sortear la amenaza que él representaba para su vida y allanar además de este modo su camino al trono de Israel, sino que respetó la vida de Saúl haciéndole ver que podría haber acabado con él si lo hubiera deseado, pues, como se lo informó luego de una de estas ocasiones: “Usted podrá ver con sus propios ojos que hoy mismo, en esta cueva, el Señor lo había entregado en mis manos. Mis hombres me incitaban a que lo matara, pero yo respeté su vida y dije: ‘No puedo alzar la mano contra el rey, porque es el ungido del Señor’.” (1 Samuel 24:10). La razón esgrimida por David para actuar así, en contravía con lo que el sentido común indicaba, era que él nunca alzaría su mano contra un ungido de Dios, como lo era Saúl, quien al igual que el propio David, había sido ungido en su momento por el profeta Samuel como rey de Israel. Y si bien Saúl había sido desechado por Dios como rey en favor de David, ni siquiera esto justificaba que David tomará su vida en sus manos, sino que dejaría esto en las manos de Dios para que su propia legitimidad como ungido de Dios no estuviera manchada con la sangre de quien había sido ungido antes que él
Yo respeté su vida
"El gesto de David de perdonar la vida de Saúl, su enemigo, cuando lo tuvo a merced es un acto conmovedor y ejemplar de respeto a Dios y su soberanía”
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