El necio constituye en la literatura sapiencial de la Biblia toda una categoría denunciada y censurada de muchas maneras y en la que se ubican un gran número de personas que se resisten a adquirir sabiduría, pero pretenden no obstante hacer gala de ella en medio de sus terquedades y obstinaciones patéticamente autodestructivas. El teólogo Dietrich Bonhoeffer señalaba incluso que en ocasiones era preferible un malvado a un necio, pues los malvados al menos saben y reconocen que son malvados, mientras que los necios le hacen el juego en muchos casos al mal engañados y pretendiendo que están en lo correcto y cerrándose a la posibilidad de admitir que no lo están o de ser siquiera rebatidos en sus equivocadas posturas, como sucedió con Nabal, esposo de Abigail, que por poco trae la desgracia sobre toda su casa por su trato ingrato, imprudente, irrespetuoso e insolente hacia el rey David y sus hombres que habían protegido durante un buen tiempo a sus siervos y a sus posesiones de las incursiones de los bandidos y las bandas de salteadores que acechaban en la época, y que se salvó de ser víctima del justificado enojo de David gracias a la intervención de Abigail, quien se refirió a su esposo con estas palabras que lo describían muy bien: “No haga usted caso de ese malvado de Nabal, pues le hace honor a su nombre, que significa “necio”. La necedad lo acompaña por todas partes. Yo, por mi parte, no vi a los mensajeros que usted, mi señor, envió” (1 Samuel 25:25), haciendo de él uno de los más gráficos ejemplos de necedad que hallamos en la Biblia
Hace honor a su nombre
"La necedad es una condición lamentable peor aún que la misma maldad, pues el malo sabe que es malo, mientras el necio piensa que está en lo correcto”
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