Un argumento más en contra de la elaboración de imágenes para representar a Dios que se hallan detrás de la idolatría condenada y prohibida desde el segundo mandamiento del decálogo, es el siguiente: “Entonces el Señor les habló desde el fuego, y ustedes oyeron el sonido de las palabras, pero no vieron forma alguna; solo se oía una voz… »El día que el Señor les habló en Horeb, en medio del fuego, ustedes no vieron ninguna figura. Por lo tanto, tengan mucho cuidado de no corromperse haciendo ídolos o figuras que tengan forma o imagen de hombre o de mujer” (Deuteronomio 4:12, 15-16). En efecto, la revelación de Dios a Su pueblo, ni en el Sinaí, ni durante la travesía por el desierto se dio nunca mediada por figuras de forma humana. Tal vez la única excepción a esta norma es la de la siempre enigmática figura del “ángel del Señor” en el que, en vista de su descripción y las reacciones que su aparición suscitaba entre los hombres, que encajan bien dentro de lo que se conoce técnicamente como “temor numinoso” ꟷes decir el temor profundo y la fascinación que el hombre experimenta cuando está ante lo santoꟷ; la tradición teológica cristiana ha visto una prefiguración de Cristo antes de su encarnación como hombre. Pero descontado estas experiencias aisladas y excepcionales que culminan y concluyen con la encarnación de Cristo como hombre, no hay en la Biblia ninguna teofanía o manifestación de Dios a los hombres mediante imágenes humanas indicando que nuestra adoración a Él debe ser en espíritu y verdad y no ligada a imágenes o lugares particulares
Ustedes no vieron ninguna figura
“Al revelarse en el Sinaí Dios no se manifestó a través de figuras visibles para indicar que la adoración a Él no está vinculada a las imágenes”
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