Con tus propios ojos lo has visto

Los precedentes y la experiencia acumulada juegan un papel importante en la maduración de la fe, a tal punto que nuestro grado de confianza en Dios es directamente proporcional al cúmulo de experiencias que hayamos vivido en relación con el trato y el cuidado que Él nos haya dispensado a lo largo del tiempo. La experiencia en el desierto del pueblo de Israel, viendo suplidas sus necesidades y obteniendo la provisión milagrosa en medio de su travesía de 40 años deambulando en él, a pesar de las dificultades propias del desierto con sus condiciones naturalmente adversas, fue una experiencia fundamental y un precedente siempre memorable para afianzar la fe del pueblo. Y en particular, el manifiesto respaldo de Dios en las diversas batallas que tuvieron que pelear contra los pueblos hostiles a ellos que encontraron en el camino, como se lo recordó Moisés a su sucesor Josué en vísperas de la conquista de Canaán en relación con los reyes Sijón de Hesbón y Og de Basán: “»En aquel tiempo le ordené a Josué: ‘Con tus propios ojos has visto todo lo que el Señor, el Dios de ustedes, ha hecho con esos dos reyes. Y lo mismo hará con todos los reinos por donde vas a pasar. No les tengas miedo, que el Señor tu Dios pelea por ti’.” (Deuteronomio 3:21-22). Estos reyes respondieron con hostilidad a la respetuosa solicitud ya aludida hecha por Israel de permitirles pasar por su territorio en dirección a Canaán, por lo que Dios los entregó en sus manos y dejó así sentado un precedente para afianzar la confianza del pueblo en Él ante los desafíos que ahora tenían por delante