David, en virtud de la unción recibida en su momento del profeta Samuel, fue consciente desde muy joven de que había sido elegido por Dios para ser el rey de Israel. Sin embargo, esto no fue algo que sucedió de inmediato en su caso, sino que tuvieron que pasar un buen número de años y experimentar muchas vicisitudes y dificultades antes de poder ver el cumplimiento de este anuncio. David fue, entonces, paciente y supo esperar el momento, superando la tentación de apresurarlo de manera inconveniente y censurable dando muerte a Saúl, el rey en funciones, que, celoso de él, lo perseguía para matarlo, cuando en medio de esta enconada persecución Dios lo puso en dos ocasiones en sus manos, pero él desechó la idea de matarlo, como sus hombres lo animaban a hacerlo, y librarse así de su persecución, allanando de paso su camino al trono de Israel. David, pues, respetó la vida de su enemigo Saúl en consideración de su amistad con Jonatán, el hijo de Saúl y sobre todo de que, al igual que él, Saúl también había sido ungido legítimamente por Samuel antes que él para ser el primer rey de Israel y dejó, por lo tanto, en las manos de Dios la vida de Saúl confiando en que Dios cumpliría en su momento lo anunciado respecto de él, como en efecto sucedió poco después de que Saúl perdiera la vida suicidándose luego de ser herido y derrotado en batalla por los filisteos: “Entonces los habitantes de Judá fueron a Hebrón y allí ungieron a David como rey de su tribu. Además, le comunicaron que los habitantes de Jabés de Galaad habían sepultado a Saúl” (2 Samuel 2:4)
Ungieron a David como rey
"David fue paciente y supo esperar el momento y las circunstancias apropiadas y providenciales para el establecimiento de su reinado en Israel”
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