Luego de que David fuera ungido como rey de Judá, la más poderosa de las tribus de Israel, el resto de ellas ꟷcon la excepción de Benjamínꟷ, se mantuvieron leales a la familia de Saúl en cabeza de su débil hijo Isboset, reconociéndolo como rey en gran medida gracias a los buenos oficios de Abner, el poderoso general de Saúl que era en realidad el poder tras el poder y quien secundaba y sustentaba los reclamos al trono de Isboset, pues este respaldo servía a sus propios intereses de consolidar su poder personal como general indiscutido del ejército de Saúl. Abner estaba tan seguro de su fortaleza que se dio el lujo de tomar para sí a Rizpa, una de las concubinas de Saúl cuando estaba vivo, un acto que era considerado como una aspiración y un velado reclamo al trono por parte de quien así lo hacía. Por eso Isboset, considerando esto una extralimitación con visos de traición por parte de Abner, le hizo, como rey, el reclamo correspondiente, a lo cual Abner respondió de este modo, mostrando lo endeble de su lealtad a Isboset: “Abner se molestó mucho por el reclamo, así que respondió: ꟷ¿Acaso soy un perro al servicio de Judá? Hasta el día de hoy me he mantenido fiel a la familia de tu padre Saúl, incluso a sus parientes y amigos, y conste que no te he entregado en manos de David. ¡Y ahora me sales con que he cometido una falta con esa mujer! Que Dios me castigue sin piedad si ahora yo no procedo con David conforme a lo que el Señor juró: Voy a quitarle el reino a la familia de Saúl y a establecer el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba” (2 Samuel 3:8-10)
¿Acaso soy un perro?
"Hay lealtades muy frágiles pues no obedecen a convicciones sino a conveniencias y con las que un simple reclamo de las partes puede dar al traste”
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