La Biblia nos dice de Absalón, entre otras cosas que: “En todo Israel no había ningún hombre tan admirado como Absalón por su hermosura; era perfecto de pies a cabeza. Tenía una cabellera tan pesada que una vez al año tenía que cortársela; y según la medida oficial, el pelo cortado pesaba doscientos siclos” (2 Samuel 14:25-26). Su cabellera era, entonces, un motivo de orgullo para este personaje, pero no a la manera de los nazareos, cuya cabellera sin cortar era una señal de su consagración a Dios, como en los casos de Samuel, Sansón y Juan Bautista, sino un motivo de vanidad y admiración desde la estética meramente. Y en su conspiración y levantamiento contra el rey David, su padre, fue justamente la cabellera su perdición, pues en la huida del campo de batalla, cuando se hallaba ya derrotado por las tropas de Joab leales a su padre, su abundante cabellera se enredó en las ramas de una encina, como podemos leerlo: “Absalón, que huía montado en una mula, se encontró con los soldados de David. La mula se metió por debajo de una gran encina y a Absalón se le trabó la cabeza entre las ramas. Como la mula siguió de largo, Absalón quedó colgado en el aire” (2 Samuel 18:9).Gracias a ello, pudo ser fácilmente capturado y muerto por el general Joab, quedando incidentalmente como una gráfica advertencia y recordatorio para que tengamos cuidado de que no caigamos en la censurable actitud de exhibir con orgullo los dones que hemos recibido, no sea que al final tengamos que ver cómo son justamente estos dones la causa de nuestra caída y perdición
Una cabellera tan pesada
"Debemos tener cuidado, pues aquellos dones que nos gusta exhibir con orgullo pueden llegar a ser a la postre la causa de nuestra caída y perdición”
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