El enojo es una emoción espontánea y en algunos casos explosiva que surge cuando vemos obstaculizado de una manera que consideramos injusta el logro de aquellas cosas a las que aspiramos de manera legítima. En el caso de Job, su eventual enojo, denunciado así por su amigo Bildad: “Tú, que tu enojo te desgarra, ¿crees que por ti quedará desierta la tierra y que las piedras se moverán de su lugar?” (Job 18:4), obedecía a que, en medio de su dura prueba, se sentía tratado de manera injusta por Dios y a que adicionalmente, las explicaciones de sus amigos para su situación le parecían también inapropiadas y equivocadas, añadiendo más dolor innecesario a su ya elevado sufrimiento. Y si bien el enojo es inevitable e incluso comprensible en algunas circunstancias de la vida que son, ciertamente, injustas y ameritan ese tipo de enojo que llamamos indignación, casos en los cuales no es por sí mismo pecaminoso ni mucho menos, como se desprende también de la advertencia bíblica en el sentido de que: “Si se enojan, no pequen…” (Salmo 4:4) en la que cabe, pues, un enojo que no es pecaminoso, reiterada por el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento y confirmada también por el hecho de que el propio Señor Jesucristo, Quien nunca cometió pecado, se enojó con ocasión de la purificación del templo de los mercaderes que habían invadido sus atrios; no es sin embargo conveniente que se prolongue en el tiempo, caso en el cual amenaza ya con transformarse en pecaminoso o convertirse en una sorda y furiosa frustración que no logra cambiar nada a nuestro alrededor
Tu enojo te desgarra
"El enojo es una reacción válida eventualmente como desahogo y nada más, pues por sí solo no resuelve nada y deja siempre las cosas tal como están”
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