La firmeza mostrada por la joven Rut en relación con su anciana suegra Noemí en su compartida condición de viudas vulnerables y desamparadas es ejemplar y conmovedora, justo cuando Noemí la animaba a volver a su tierra con su pueblo y su familia y rehacer su vida allí encontrando un nuevo esposo, a lo cual Rut, a diferencia de su concuñada Orfa, se negó tajantemente diciendo: “… «¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti! Porque iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí seré sepultada. ¡Que me castigue el Señor con toda severidad si me separa de ti algo que no sea la muerte!». Al ver Noemí que Rut estaba tan decidida a acompañarla, no insistió más” (Rut 1:16-18). Tal vez ni siquiera Rut, procedente de un pueblo pagano como los moabitas, cuya aceptación explícita en la congregación de Israel estaba severamente restringida por la ley, pudo anticipar en este momento el alcance de su resolución y sus palabras. Porque el relato posterior muestra que Rut hablaba en serio, pues acogió dócil y obedientemente las creencias y las prácticas de Israel siguiendo las acertadas indicaciones de su suegra Noemí y como resultado de ello y su sincera disposición a hacerlo, fue honrada por Dios al conducirla a Booz, el pariente redentor de Noemí y quien podía, por tanto, redimirlas, ante quien Rut halló gracia, pues Booz apreció su lealtad a Noemí y su deseo manifiesto de formar parte de Israel y se casó con ella reivindicándola junto con su suegra y dándole una descendencia entre la que se encuentra Jesús de Nazaret
Tu Dios será mi Dios
“La resuelta lealtad y solidaridad de Rut con su suegra Noemí es tan ejemplar y admirable que le permitió ser contada entre los ancestros del Señor”
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