La constante y persistente actitud de rebeldía de un significativo y tal vez mayoritario sector del pueblo hacia la autoridad de Moisés y Aarón a lo largo del éxodo, durante la siempre difícil travesía por el desierto, salpicada de brotes y puntos culminantes concretos de acciones rebeldes que desencadenaron los consecuentes juicios de Dios sobre el pueblo, terminó irritando y exasperando de tal manera a Dios que decidió ponerle término mediante una demostración final milagrosa para ratificar y dejar establecida sin ninguna duda la autoridad por Él delegada sobre Moisés y Aarón, miembros ambos de la tribu de Leví. Esta demostración consistió en colocar en la tienda del pacto doce varas, una por cada tribu de Israel, marcadas con el nombre de la tribu correspondiente, con excepción de la de la tribu de Leví que debía ir marcada con el nombre de Aarón. Luego de hacerlo de este modo: “Al día siguiente, Moisés entró en la Tienda del pacto y, al fijarse en la vara que representaba a la familia de Leví, vio que la vara de Aarón no solo había retoñado, sino que también tenía botones, flores y almendras” (Números 17:8), cumpliendo así la señal anunciada: “La vara que retoñe será la de mi elegido…” (Números 17:5) y demostrando de paso que el poder de Dios es tal que puede hacer surgir la vida de lo que ya está muerto e inerte, puesto que Él es el autor de la vida, como lo afirma el evangelio al identificar a Cristo con la vida misma en varias oportunidades y dejarlo establecido finalmente de manera indiscutible y esperanzadora con su propia resurrección de entre los muertos
Tenía botones, flores y almendras
“La vara de Aarón que retoña y reverdece en el lapso de una noche demuestra no sólo la elección de Aarón sino el poder de Dios para renovar la vida”
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