Coré fue un personaje tristemente célebre en la memoria colectiva de Israel. Fue un levita rebelde que se levantó sublevándose contra la autoridad de su pariente Moisés e incitó a una compañía de más de 250 líderes del pueblo en contra de él y Aarón, su hermano, los designados por Dios para dirigirlo. Dios mismo dirimió esta disputa respaldando la autoridad de Moisés y Aarón y desaprobando las pretensiones de Coré, Datán y Abirán, ejecutando en ellos un juicio que debió causar espanto e impresionar y horrorizar a quienes fueron testigos de él: “Tan pronto como Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, a ellos y a sus familias, junto con la gente y las posesiones de Coré” (Números 16:31-32). Si bien es cierto que se nos dice que su familia, presumiblemente cómplice de su rebelión, pereció con él, el relato posterior de la Biblia indica que sobrevivieron algunos de sus descendientes que, a pesar de tener que sobrellevar el estigma trágico y vergonzoso de la rebelión y proverbial muerte de su progenitor y antecesor, no se resignaron a él, sino que, a diferencia de Coré, se sobrepusieron con sus buenas decisiones a este estigma, al punto que los hallamos después sirviendo diligentemente en las labores propias del templo, como porteros y cantores e incluso como autores de algunos de los inspirados salmos del salterio como los que van del 42 al 49 y del 84 al 88, demostrando así que, si bien el pasado puede moldearnos de maneras significativas e inevitables, éste no tiene que ser el que nos define ni determina finalmente
Los hijos de Coré
“La descendencia del rebelde Coré demostró que en virtud de nuestras buenas decisiones siempre podemos sobreponernos a cualquier legado vergonzoso”
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