Uno de los episodios del Antiguo Testamento utilizado por los detractores de la Biblia y del cristianismo para tender un manto de duda sobre el carácter de Dios tachándolo de cruel y arbitrario, es la ejecución de Uza, un levita descendiente de Coat, por haber extendido sus manos para evitar que el arca cayera al piso cuando el rey David la trasladaba a Jerusalén con alegría y la mejor motivación e intención del caso, pero transportándola en una carreta tirada por bueyes en contra del procedimiento establecido en la ley para hacerlo. La presunción aquí es que Dios fue cruel, severo y arbitrario al ejecutarlo por esta “pequeñez” que, sin duda alguna, obedecía a una buena intención por parte de Uza. Pero, además de recordarnos de este modo que para ser aprobados por Dios no basta la sinceridad y las buenas intenciones y profesar una “fe a mi manera” meramente, sino también la obediencia a sus mandamientos, haciendo las cosas a Su manera y no a la nuestra; lo cierto es que Uza no fue una inocente víctima, pues todo levita era adiestrado desde pequeño en sus funciones que incluían no tocar nunca el arca con sus manos bajo pena de muerte, como podemos leerlo: “»Cuando Aarón y sus hijos hayan terminado de cubrir el santuario y todos sus accesorios, los israelitas podrán ponerse en marcha. Entonces vendrán los coatitas para transportar el santuario, pero sin tocarlo para que no mueran. También transportarán los objetos que están en la Tienda de reunión” (Números 4:15), así que lo hecho por Uza no fue un inocente acto reflejo, sino una acción culpable, presuntuosa y a conciencia
Sin tocarlo para que no mueran
“La acción de Uza al sostener el arca con sus manos para evitar que cayera al suelo no se puede justificar, pues estaba bien advertido al respecto”
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