La redención tipificada en el Antiguo Testamento mediante la figura del pariente redentor y todas sus facultades y responsabilidades, así como en el ritual sacrificial ordenado y contemplado por la Ley, por el que los israelitas eran sustituidos por el animal sacrificado que pagaba así con su propia vida el precio de su redención, expiando los pecados de la persona y permitiéndole vivir; alcanza un punto culminante con el censo que Dios ordenó llevar a cabo en el desierto, pues a diferencia de los primogénitos de Egipto que murieron ejecutados por Dios durante el transcurso de la pascua, los de Israel conservaron la vida. Sin embargo, la ley establecía que los primogénitos de los animales pertenecían a Dios y tenían que ser sacrificados, por lo que, para ser conservados, debían ser redimidos mediante el pago de un precio. Asimismo, los primogénitos de todas las 12 tribus de Israel que, con ocasión del censo en el que su número coincidió casi exactamente con la cantidad de miembros varones de la tribu de Leví, fueron sustituidos por los miembros de esta tribu que no recibió un territorio como herencia en Israel, pues ésta era la tribu sacerdotal consagrada para el servicio exclusivo a Dios, como se lo indicó Dios a Moisés, miembro también, por cierto, de esta tribu: “Apártame a los levitas en sustitución de todos los primogénitos israelitas, así como el ganado de los levitas en sustitución de todas las primeras crías del ganado de los israelitas. Yo soy el Señor»” (Números 3:41). Los levitas también tipifican, entonces, la redención que Cristo llevó a cabo en la cruz del calvario
Apártame a los levitas en sustitución
“Los levitas irreversiblemente consagrados al servicio de Dios pagaron con su consagración el rescate de los primogénitos, tipificando así a Cristo”
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