Una vez establecidos en la tierra prometida Josué, ya anciano y cansado, se despidió del pueblo diciéndoles: “»Por mi parte, yo estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. Ustedes bien saben que ninguna de las buenas promesas del Señor su Dios ha dejado de cumplirse al pie de la letra. Todas se han hecho realidad, pues él no ha faltado a ninguna de ellas. Pero así como el Señor su Dios ha cumplido sus buenas promesas, también descargará sobre ustedes todo tipo de calamidades, hasta que cada uno sea borrado de esta tierra buena que él les ha entregado. Si no cumplen con el pacto que el Señor su Dios les ha ordenado, sino que siguen a otros dioses, adorándolos y postrándose ante ellos, tengan por seguro que la ira del Señor se descargará sobre ustedes y que serán borrados de la buena tierra que el Señor les ha entregado»” (Josué 23:14-16). Palabras proféticas que, lamentablemente, tuvieron cumplimiento literal, pues buena parte de la historia posterior de Israel en la tierra prometida da cuenta de su relajación en relación con su lealtad y compromiso de obediencia con Dios y su adoración a otros dioses, dando como resultado una permanencia muy accidentada y vacilante en ella, llena de altibajos, debido a los repetidos y dolorosos juicios disciplinarios que Dios llevó a cabo con ellos que culminaron finalmente con la derrota delante de sus enemigos y la expulsión y el destierro a manos de los imperios asirio y babilónico respectivamente, demostrando que lo más difícil no es tal vez llegar y establecerse en la tierra prometida, sino hacer lo necesario para permanecer en ella
Serán borrados de la buena tierra
“La Biblia ilustra e indica lo que nuestra experiencia confirma en el sentido de que lo difícil no es propiamente llegar, sino lograr mantenernos allí”
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