La sabiduría y la inteligencia son facultades con las que Dios dota el ser humano, pero no son lo mismo, pues la inteligencia es una dotación en gran medida inadvertida que viene mediada y determinada más por la iluminación natural que el Verbo de Dios provee a cada ser humano sin excepción por medio de la genética, mientras que la sabiduría es una dotación más consciente, inmediata y espiritual, otorgada por el Espíritu de Dios a quienes son dóciles a Él y se dejan moldear por Su benigna influencia. Adicionalmente, la sabiduría es un resultado de la manera favorable en que la inteligencia y la memoria gestionan y procesan las experiencias de vida acumuladas de la persona en cuestión bajo la guía de Dios para afrontar de la mejor manera las nuevas situaciones que el futuro les depara. Por eso el liderazgo debe recaer idealmente sobre las personas que poseen estos rasgos de manera destacada, como se lo indicó Moisés al pueblo al ordenarles: “Designen de cada una de sus tribus a hombres sabios, inteligentes y experimentados, para que sean sus jefes” (Deuteronomio 1:13). La sabiduría tiene que ver también, entonces, con la disposición que una persona tiene para ser solidario con sus semejantes y no perseguir sus intereses particulares e individuales, desentendiéndose de los del grupo en una actitud egoísta e indolente, sino balancear de manera justa y adecuada los intereses y el bienestar del grupo con los suyos propios de manera que esté dispuesto, si es el caso, a sacrificar en alguna medida su bienestar personal en aras del bienestar del grupo
Sabiduría, inteligencia y experiencia
“La sabiduría, la inteligencia y la experiencia son las facultades que capacitan a las autoridades para desempeñar sus funciones correctamente”
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