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Rey de reyes y Señor de señores

“Jesucristo es el único rey de la historia humana que justifica con creces nuestra sujeción y reverencia a la figura del rey”

La monarquía es una institución muy cuestionada desde la edad moderna y, en la historia reciente del mundo occidental, desde la revolución francesa, hasta la caída del colonialismo, se ha ido desechando o relegando cada vez a la condición de una nostálgica curiosidad del pasado cada vez más obsoleta y anacrónica. En los países europeos modernos en que aún se conserva como una reliquia del pasado en lo que se conoce como “monarquías parlamentarias” en las que el rey es poco más que una figura decorativa que, como lo dice el refrán: “el rey reina pero no gobierna”; se encuentran cada vez más cuestionadas por cuenta de la conducta de la realeza y los grandes privilegios y presupuestos oficiales destinados a ellos que han pasado así a formar parte de una especie de farándula parasitaria que vive de los impuestos del pueblo y nada más. Así, pues, el único rey que justifica a estas alturas nuestra sujeción y reverencia absolutas a Él es Jesucristo, entre otras cosas, porque como nos lo recuerda incidentalmente Brian McLaren, en este caso: “La paz del reino de Dios no viene por… el exterminio inclemente de los enemigos del rey, sino por el sufrimiento y la muerte del rey mismo… el rey logra la paz sin derramar la sangre de los rebeldes, sino derramando su propia sangre”. Pero no siempre será esta la pauta a la que haríamos bien en ajustarnos mientras se encuentra en pie, pues la Biblia revela que al final de los tiempos: “Le harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y los que están con él son sus llamados, sus escogidos y sus fieles.»” (Apocalipsis 17:14)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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