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Estudios bíblicos

Resucitación o resurrección

Los conceptos de resucitación y resurrección suelen confundirse, no sólo por los no creyentes, sino incluso por un significativo número de creyentes. Pero lo cierto es que en la Biblia la resurrección y las resucitaciones son nociones notoriamente diferentes, a pesar de compartir ambas el aspecto milagroso y sobrenatural por el cual un muerto vuelve a la vida. Pero más allá de este aspecto en común, la resurrección es muy superior a las resucitaciones, al punto que resurrección sólo ha habido una: la de Cristo, el único que ha vuelto a la vida con un cuerpo de carne y hueso inmortal, glorioso e incorruptible para no morir jamás. Los demás episodios de este estilo narrados en la Biblia son resucitaciones milagrosas, pero no resurrecciones. En ella se registran 8 resucitaciones milagrosas, siendo la primera de ellas la llevada a cabo por Dios a través del profeta Elías, de quien se dice que: “… Luego se tendió tres veces sobre el muchacho y clamó: «¡Señor mi Dios, devuélvele la vida a este muchacho!». El Señor oyó el clamor de Elías y el muchacho volvió a la vida. Elías tomó al muchacho y lo llevó de su cuarto a la planta baja. Se lo entregó a su madre y le dijo: ꟷ¡Tu hijo vive! ¡Aquí lo tienes!…” (1 Reyes 17:17-24). Encontramos también dos resucitaciones asociadas al profeta Eliseo. La primera ocurrió así: “… Cuando Eliseo llegó a la casa, encontró al niño muerto, tendido sobre su cama. Entró al cuarto, cerró la puerta y oró al Señor. Luego subió a la cama y se tendió sobre el niño boca a boca, ojos a ojos y manos a manos, hasta que el cuerpo del niño empezó a entrar en calor. Eliseo se levantó y se puso a caminar de un lado a otro del cuarto y luego volvió a tenderse sobre el niño. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió los ojos. Entonces Eliseo dijo a Guiezi: ꟷLlama a la mujer sunamita. Guiezi así lo hizo y, cuando la mujer llegó, Eliseo le dijo: ꟷPuedes llevarte a tu hijo…” (2 Reyes 4:18-37). Y la segunda se relata de este modo: “En cierta ocasión, unos israelitas iban a enterrar a un muerto, pero de pronto vieron a esas bandas y echaron el cadáver en la tumba de Eliseo. Cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, ¡el hombre recobró la vida y se puso de pie!” (2 Reyes 13:21).

Ya en el Nuevo Testamento Jesucristo llevó a cabo tres resucitaciones: la de la hija de Jairo “Entró y dijo: ꟷ¿Por qué tanto alboroto y llanto? La niña no está muerta, sino dormida. Entonces empezaron a burlarse de él, pero él los sacó a todos, tomó consigo al padre y a la madre de la niña y a los discípulos que estaban con él, y entró adonde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: «Talita cum», que significa «Niña, a ti te digo, ¡levántate!». La niña, que tenía doce años, se levantó enseguida y comenzó a andar. Ante este hecho todos se llenaron de asombro” (Marcos 5:39-42); la del hijo de la viuda de Naín: “Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: ꟷNo llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: ꟷJoven, ¡te ordeno que te levantes! El que había estado muerto se incorporó y comenzó a hablar; luego Jesús se lo entregó a su madre” (Lucas 7:11-17); y tal vez la más conocida de todas, la de Lázaro: “Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: ꟷPadre, te doy gracias porque me has escuchado. Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste. Dicho esto, gritó con fuerza: ꟷ¡Lázaro, sal fuera! El muerto salió con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario. ꟷQuítenle las vendas y dejen que se vaya ꟷdijo Jesús” (Juan 11:17-44). En Hechos de los Apóstoles Pedro también lleva a cabo la resucitación de Tabita: “Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y al ver a Pedro se incorporó. Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva” (Hechos 9:40-41); y finalmente Pablo hace lo propio con Eutico: “Un joven llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, comenzó a dormirse mientras Pablo alargaba su discurso. Cuando se quedó profundamente dormido, se cayó desde el tercer piso y lo recogieron muerto. Pablo bajó, se echó sobre el joven y lo abrazó. «¡No se alarmen! —dijo—. ¡Está vivo!». Luego volvió a subir, partió el pan y comió. Siguió hablando hasta el amanecer y entonces se fue. Al joven se lo llevaron vivo a su casa, para gran consuelo de todos” (Hechos 20:9-12).

Adicionalmente, dentro de los acontecimientos extraordinarios asociados a la muerte y resurrección de Cristo hay uno que menciona únicamente Mateo que, como tal, puede pasar algo inadvertido, además de ostentar un carácter bastante enigmático. Así se refiere a este asunto el apóstol y evangelista: “Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos” (Mateo 27:52-53). Más allá de esto, en la Biblia no se vuelve a mencionar este episodio, por lo que su explicación y curso posterior es un misterio y una fuente de controversia y especulación histórica y teológica. Las interpretaciones más aceptadas se inclinan a afirmar que estos personajes, al igual que los mencionados en los pasajes antes relacionados, volvieron a la vida, pero con cuerpos mortales y corruptibles para morir de nuevo después. De hecho, Papías de Hierápolis, dirigente de la iglesia del siglo II d. C. −si hemos de creer a su afirmación mencionada por el historiador cristiano Felipe de Side que dice: “En cuanto a los que fueron levantados de los muertos por Cristo, [Papías] afirma que ellos sobrevivieron hasta el tiempo de Adriano”− se refería a ellos con mucha probabilidad, indicando que después de su resucitación habrían sobrevivido hasta el reinado de Adriano, lo cual habría hecho de ellos personajes muy longevos, pues Adriano fue emperador del 117 al 138 d. C. Otros pocos interpretan este episodio propiamente como resurrecciones, con cuerpos inmortales e incorruptibles semejantes al de Cristo resucitado, ubicando, entonces, a estos personajes ꟷjunto con Cristo, “… el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero” (Colosenses 1:18)ꟷ, dentro de las “primicias de los que murieron” (1 Corintios 15:20); que sería, pues, un anticipo, a manera de muestra confirmatoria, de la resurrección de la que todos los creyentes en Cristo disfrutaremos de forma segura al final de los tiempos. Porque al margen de estas discusiones, de lo que estamos seguros todos los creyentes de manera unánime es de que al final nuestra resurrección tendrá lugar: “pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen” (1 Corintios 15:23)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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