La capacidad de identificar la verdad, el bien y la justicia distinguiéndolos de la mentira, del mal y de la injusticia es una habilidad que hay que cultivar y ejercitar honrando con nuestros actos la verdad, el bien y la justicia en el momento en que los identificamos, y rechazando simultáneamente la mentira, el mal y la injusticia. De no hacerlo así esta capacidad se va malogrando de forma gradual en un proceso degenerativo que afecta a nuestra conciencia y nuestro discernimiento al respecto, bien descrito en la Biblia en esa secuencia crecientemente descendente que encontramos en Romanos 1 que da a entender que a quienes persisten en pecar y no lo tienen en cuenta como es debido, Dios les suelta cada vez más las amarras para que se hundan hasta el fondo y sin freno alguno en su propia y autodestructiva perdición, entregándolos, como lo dice el profeta, “en poder de sus iniquidades” (Isaías 64:7), proceso al que el apóstol se refiere diciendo repetidamente: “Por eso Dios los entregó a los malos deseos de sus corazones… Por tanto, Dios los entregó a pasiones vergonzosas… Además… Dios… a su vez los entregó a la depravación mental” (Romanos 1:24, 26 y 28). Un proceso que es terreno abonado para que los engaños promovidos por Satanás en contra nuestra prosperen y arraiguen en el entendimiento y en los corazones de quienes son víctimas de él, como lo puntualiza el apóstol: “Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos. Por eso Dios permite que, por el poder del engaño, crean en la mentira” (2 Tesalonicenses 2:10-11)
Resistiendo la verdad
“Cuando nos resistimos a la verdad pronto nos hallaremos bajo el poder y el engaño de la mentira incapaces de distinguirlas”
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