Una de las paradojas del tecnificado mundo moderno es que, a pesar de que la creencia en la realidad de Dios, como quiera que se le entienda, sigue siendo, sin embargo, abrumadoramente mayoritaria y la religión en general siga teniendo innegable vigencia, a despecho de todos los frustrados pronósticos de los analistas que anunciaban, más con el deseo que con la razón, su presunta desaparición; al mismo tiempo la creencia en la realidad del diablo como el ser que lidera la rebelión contra Él es cada vez menor y hoy ya muy pocos la suscriben. En realidad, ésta no es más que una estrategia del diablo mismo para que bajemos la guardia ante sus maquinaciones, pues si bien es cierto que esa figura que lo pinta con cuernos, cola y tridente está mandada a recoger, pues no es más que una gráfica caricatura de él que, con justa razón, se considera propia de mentalidades infantiles; su realidad e influencia es mucho más sutil e insidiosa y opera de manera casi inadvertida en la realidad cotidiana de todas las personas, creyentes incluidos. La ventaja de los creyentes es que, si hemos de creerle a Dios y no solamente creer en Él, estamos suficientemente advertidos en la Biblia sobre la realidad del diablo y sus artimañas y maquinaciones contra nosotros, ejecutadas por el ejército de ángeles caídos que lo siguieron en su rebelión. Y si bien debemos, por esto mismo, seguir conscientemente involucrados y luchando en la “batalla de la fe”, lo hacemos con la ventaja que nos brinda la promesa divina que dice: “Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes” (Santiago 4:7)
Resistan al diablo y huirá de ustedes
“Si reconocemos la realidad del diablo con mayor razón hay que creer en Dios y confiar en que Él ya lo ha vencido a nuestro favor”
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