Complementando lo que ya hemos dicho acerca de la lepra y de quienes la padecieron en su momento, junto con las lecciones que podemos aprender de todos estos casos, encontramos el relacionado con los cuatro leprosos de Samaria que, además de su lastimosa situación de aislamiento y ostracismo social, compartían también la suerte de todos los habitantes de la ciudad que morían de hambre a causa del asedio al que la tenía sometida el ejército del rey de Siria. Leemos que a raíz de esto: “Ese día, cuatro hombres que tenían una enfermedad en la piel se hallaban a la entrada de la ciudad. ꟷ¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados esperando la muerte? ꟷse preguntaron unos a otrosꟷ. No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás; pero si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los arameos para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; si nos matan, de todos modos moriremos” (2 Reyes 7:3-4), decisión tan providencialmente afortunada que encontraron el campamento sirio abandonado debido a la intervención milagrosa de Dios en la noche anterior que llevó al ejército sirio a salir huyendo despavorido, dejando todo a disposición de los leprosos que comenzaron a atiborrarse de comida y a apropiarse de lo que encontraban hasta que cayeron en la cuenta de que lo que hacían no era correcto, sino que debían ir a compartir las buenas nuevas con quienes morían de hambre en la ciudad, haciendo de la negativa a compartir las buenas nuevas del evangelio una especie de lepra espiritual
¿Qué sacamos con quedarnos aquí?
“La lepra era un estigma social y ritual muy duro en Israel para los que la sufrían, pero aun así su simbolismo es muy útil e ilustrativo para todos”
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