Las intervenciones de Dios pueden, ciertamente, ser actos espectaculares y evidentemente milagrosos en la vida de Su pueblo, como queda en evidencia con suficiencia en las inspiradas narraciones que encontramos en el Antiguo Testamento, sobre todo en lo que tiene que ver con sus intervenciones a favor de la nación de Israel como un todo. Pero esto es más bien excepcional, pues habitualmente Dios actúa de un modo diferente. La sunamita favorecida milagrosamente por Dios por intermedio del profeta Eliseo lo ilustra bien, pues luego de que tuviera que abandonar por siete años Israel a causa del hambre que sobrevino: “Al cabo de los siete años, cuando regresó del país de los filisteos, la mujer fue a rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. En esos momentos el rey estaba hablando con Guiezi, el criado del hombre de Dios, y le había dicho: «Cuéntame todas las maravillas que ha hecho Eliseo». Y precisamente cuando Guiezi le contaba al rey que Eliseo había revivido al niño muerto, la madre llegó para rogarle al rey que le devolviera su casa y sus tierras. Así que Guiezi dijo: ꟷMi señor y rey, esta es la mujer, y este es el hijo que Eliseo revivió” (2 Reyes 8:3-5), y gracias a esta “coincidencia” la mujer fue restituida en todo con generosidad por el rey, situación en la que se aprecia la guía silenciosa, sutil y casi imperceptible de Dios que sincroniza con bondad, sabiduría y precisión los tiempos, sucesos y momentos aparentemente fragmentarios, contingentes e inconexos de la historia de nuestras vidas, encadenándolos con miras al cumplimiento de sus buenos propósitos
Las sincronizaciones divinas
“Muchos de los milagros que Dios lleva a cabo son sutiles y consisten en sincronizar hechos, encuentros y situaciones para el beneficio de los suyos”
Deja tu comentario