Matar al mensajero es una expresión metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona que trae malas noticias en vez de al responsable de ellas. El rey Jorán lo ilustra bien, pues siguiendo el mal ejemplo de su padre Acab que con sus acciones se había ganado la desaprobación y condena divinas que acarrearon el juicio de Dios sobre él y su familia, insistía, como su padre, en perseguir a los profetas que anunciaban este juicio para matarlos, como lo había hecho su padre con Elías y ahora él lo repetía con Eliseo, en vez de reconocer humildemente sus malas acciones y corregirlas. Podemos leer al respecto que, cuando Samaria fue asediada por el rey de Siria durante el tiempo suficiente para provocar una hambruna terrible que provocó situaciones y desgracias inconcebibles entre sus habitantes para no morir de hambre, el rey la emprendió contra el profeta Eliseo que, gracias a la revelación que Dios le daba sobre los movimientos del ejército sirio, le había advertido previamente a Jorán sobre ellos para evitar que cayera en las emboscadas que los sirios habían urdido varias veces para derrotarlo y matarlo, no obstante lo cual en medio del asedio y la hambruna generalizada actuó de este modo: “Al oír la queja de la mujer, el rey se rasgó las vestiduras. Luego reanudó su recorrido por la muralla, y la gente pudo ver que bajo su túnica real iba vestido de luto. «¡Que Dios me castigue sin piedad ꟷexclamó el reyꟷ si hoy mismo no le corto la cabeza a Eliseo, hijo de Safat!»” (2 Reyes 6:30-31), en una actitud necia e insensata que agrava más la situación en vez de aliviarla
Matar al mensajero
“La tendencia a justificarnos y culpar más bien a los demás de nuestros problemas puede llevarnos a la insensatez de querer matar al mensajero”
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