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Pruebas y evidencias

“No creemos en Dios porque las pruebas nos obliguen a hacerlo, sino porque las evidencias hacen de la fe una decisión razonable”

Si nos ceñimos a la manera en que las ciencias naturales definen lo que es una “prueba”, entendida como aquello que establece un hecho con sobrada certeza de modo tal que no admite discusión alguna si de ser razonables y coherentes se trata; entonces ni la existencia ni la inexistencia de Dios pueden probarse o demostrarse de manera absoluta. Es por eso que en el campo de las “pruebas” ateos y creyentes quedan “en tablas” en lo que se refiere a la demostración de sus tesis enfrentadas acerca de la inexistencia o existencia de Dios. Dicho de otro modo, no existe ninguna “prueba reina” que nos obligue a creer o a no creer en Dios, pues en últimas tanto la fe como la incredulidad son decisiones que tomamos, pues la misma naturaleza de la fe demanda que ésta no sea obligada, sino una decisión tomada de manera libre y voluntaria. Pero cuando pasamos del campo de las pruebas que establecen conclusiones, al campo de las evidencias que, sin establecerlas con fuerza de ley, apuntan sin embargo hacia esas conclusiones; la balanza se inclina cada vez más fuertemente del lado de la creencia en Dios. En otras palabras, la existencia de Dios es mucho más evidente que su inexistencia, como lo señala el salmista al afirmar, entre otros, que: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!…” (Salmo 19:1-4)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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