En el pensamiento secular la noción de pecado es considerada hoy por muchas de las ciencias sociales, como la psicología por ejemplo, como algo anticuado y obsoleto propio de épocas pasadas y de mentalidades religiosas mandadas a recoger. Sin embargo y dado que el pecado es una realidad que no podemos barrer impunemente debajo de la alfombra, la sociedad moderna ha tenido que acudir a eufemismos para referirse a él. Eufemismos que optan por no llamar a las cosas por su nombre con el fin de atenuar su presunto impacto ofensivo para el pensamiento políticamente correcto que se impone en la actualidad. Dentro de estos eufemismos sobresalen las palabras “error” y “equivocación” a las que acudimos hoy para no tener que reconocer y confesar abiertamente y sin atenuantes que lo que en realidad hicimos fue pecar y no tan sólo cometer un “error” o una “equivocación” sin especial gravedad. A manera de ejemplo hoy muy pocos de quienes sostienen relaciones sexuales antes del matrimonio dirían que están fornicando, sino simplemente “haciendo el amor” con la persona a la cual aman y nada más. Los eufemismos están, pues, a la orden del día de modo que a la prostituta la llamamos hoy “trabajadora sexual”, y al brujo, medium o adivino lo llamamos “psíquico”, “canalizador” o “clarividente”, expresiones que suenan muy legítimas y respetables. Por eso, haríamos bien en imitar al rey David cuando apelaba a Dios así: “¿Quién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy consciente!” (Salmo 19:12)
Barriendo el pecado bajo la alfombra
2 abril, 2021
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“Aunque no todos los errores son pecados muchos de quienes dicen 'cometí un error' están tratando de bajarle el tono a su pecado”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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