Volviendo con la conveniencia, en el peor de los casos, de poder experimentar vergüenza como una señal de que no se ha llegado a un nivel de endurecimiento tal en el que ya no sea posible el arrepentimiento y el perdón; ésta constituye también un estímulo disuasivo en la espera del regreso de Cristo para restaurar todas las cosas: “«¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Dichoso el que se mantenga despierto, con su ropa a la mano, no sea que ande desnudo y sufra vergüenza por su desnudez.»” (Apocalipsis 16:15). Un regreso que el evangelio describe como algo siempre inminente y sorpresivo, sin perjuicio de las señales del fin que lo preceden. Por eso es que la recomendación más sabia es estar siempre preparados, como si Cristo volviera hoy, pero trabajar y planificar el futuro como si todavía se tardara. Y en conexión con su regreso, la Biblia no sólo advierte sobre mantenerse en santidad para no ser hallados en pecados flagrantes a Su sorpresivo regreso sino, aunque esto esté incluido, más exactamente en estar preparado en todo momento, despiertos y vigilantes, con: “la ropa bien ajustada y la luz encendida… como siervos que esperan a que regrese su señor de un banquete de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como él llegue y toque” (Lucas 12:35-36) a semejanza de las cinco vírgenes prudentes de la parábola, con suficiente aceite en sus lámparas, en contraste con las cinco insensatas que no se abastecieron de aceite: “y las jóvenes que estaban preparadas entraron en el banquete de bodas… Por tanto… manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora” (Mateo 25:10-13)
Preparados para abrirle la puerta
“Por indeseable que sea sentirnos avergonzados, la vergüenza indica que aún existe la esperanza del arrepentimiento y el perdón”
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