El pastor Darío Silva-Silva resumía en las siguientes dos frases sintéticas el pensamiento de los tal vez más insignes teólogos protestantes del siglo XX: Paul Tillich y Karl Barth. En efecto, en su ilustrada perspectiva el pensamiento de Tillich podría resumirse en la frase: “Hay preguntas del hombre que requieren respuestas de Dios”. Y el de Barth en: “Hay preguntas de Dios que reclaman respuestas del hombre”. La fe es, ciertamente, una relación de doble vía en la cual al acudir a Dios, los seres humanos lo hacemos con preguntas apremiantes que buscan respuesta a nuestras más urgentes necesidades existenciales inmediatas. Pero Dios, antes que responder nuestras preguntas, nos hace ver que éstas son por lo general improcedentes y están fuera de lugar, pues se concentran en lo urgente y no tocan ni tienen que ver con lo verdaderamente importante. Es por eso que en medio de su dura prueba Job formuló a Dios muchas preguntas durante los primeros 37 capítulos de su libro, pero cuando Dios finalmente se le revela para ocuparse de ellas, no le brinda las esperadas respuestas, sino que lo hace cuestionándolo con Su propia batería de preguntas que buscan hacer consciente al patriarca de que en realidad el panorama es mucho más grande, complejo e importante de lo que él alcanza a ver y comprender y que por eso debe callar y confiar en Él: “El Señor le respondió a Job desde la tempestad. Le dijo: «¿Quién es éste, que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido? Prepárate a hacerme frente; yo te cuestionaré, y tú me responderás” (Job 38:1-3)
Preguntas de doble vía
“Nuestras preguntas surgen de lo urgente, las de Dios de lo importante. Por eso Sus preguntas responden y corrigen las nuestras”
Nuestras preguntas son un compás de desesperación, por el contrario Dios pregunta al compás de su significado.
Que pequeños somos, si aún Job dudaba de tantas cosas.