La experiencia de quienes nos han antecedido en la fe es valiosa y por lo general constituye una fuente de sabiduría a la que es aconsejable acudir para afianzar nuestros propios pasos al respecto. De hecho, Dios guio e inspiró sobrenaturalmente, mediante Su Espíritu, a algunos de los Suyos a recoger en la Biblia, de manera selectiva, sin fallas ni errores, esta experiencia y a revelarnos mediante ella la norma que debemos seguir todas las generaciones posteriores de creyentes que quieren recorrer este camino de manera segura. Pero si bien la Biblia tiene la prioridad indiscutible en este propósito, no tiene ni demanda la exclusividad al respecto. Por el contrario, subordinada a ella misma, en ella encontramos esta recomendación: “»Pregunta a las generaciones pasadas; averigua lo que descubrieron sus antepasados. Nosotros nacimos ayer y nada sabemos; nuestros días en este mundo son como una sombra. Pero ellos te instruirán, te lo harán saber; compartirán contigo su experiencia” (Job 8:8-10). Es por eso que, además de la Biblia, la tradición de la iglesia también es valiosa, aunque pueda contener eventualmente errores y no revista, por tanto, el carácter inspirado autoritativo que la Biblia ostenta, aquí sí de forma solitaria, exclusiva y excluyente. Los escritos de los grandes hombres de Dios que nos precedieron, tales como los Padres de la Iglesia, los grandes escolásticos y los reformadores, entre otros, son dignos, pues, de examinarse con beneficio de inventario, ꟷes decir, reteniendo lo buenoꟷ, para así reforzar y entender mejor los contenidos bíblicos
Pregunta a las generaciones pasadas
"Sin perjuicio de la revelación y en conexión con ella, la experiencia de las generaciones pasadas es valiosa y no podemos prescindir sin más de ella”






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