A imitación del amalecita que en su momento se había atribuido falsamente la muerte de Saúl con la fallida esperanza de obtener alguna recompensa por parte del rey David al darle la noticia; Recab y Bana, dos de los comandantes de Isboset, hijo de Saúl y rey sobre las tribus de Israel ꟷcon la excepción de la poderosa Judá y Benjamín que eran fieles a Davidꟷ, pretendieron congraciarse con David ante el creciente debilitamiento de la casa de Saúl en el norte debido a la traición y posterior asesinato del general Abner y el fortalecimiento del reinado de David en el sur, traicionando entonces a Isboset dándole muerte mientras dormía y cortándole la cabeza para llevársela a David y demostrarle así que su rival al trono de todo Israel estaba muerto y ya no podía oponerle resistencia, a lo cual David reaccionó de este modo: “Pero David respondió a Recab y a Baná, los hijos de Rimón el berotita: ꟷEl Señor me ha librado de todas mis angustias y, tan cierto como que él vive, les aseguro que quien me anunció la muerte de Saúl se imaginaba que me traía buenas noticias, ¡pero la recompensa que le di por tan ‘buenas noticias’ fue apresarlo y matarlo en Siclag! ¡Y con mayor razón castigaré a los malvados que han dado muerte a un inocente mientras este dormía en su propia cama! ¿Acaso no voy a vengar su muerte exterminándolos a ustedes de la tierra?” (2 Samuel 4:9-11), demostrando lo dicho por C. S. Lewis al hablar del carácter universal de la moralidad: “En la guerra, cada lado puede encontrar que un traidor al otro lado le resulta muy útil. Pero… lo consideran un gusano”
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