La ciudad de David

Jerusalén, la antigua ciudad de Jebús que permaneció durante todo el periodo de la conquista y de los jueces como un enclave pagano de los jebuseos, levantada como una desafiante fortaleza en medio del territorio de Israel ante la imposibilidad de que sus inexpugnables murallas fueran derribadas por los ejércitos de las diversas tribus de Israel que intentaron tomarla antes, pero no lo lograron de manera completa; fue finalmente conquistada por David “Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que también se conoce como la Ciudad de David… David se estableció en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. Luego construyó una muralla alrededor, desde el terraplén hasta el palacio. Y David se fortaleció más y más, porque el Señor Dios de los Ejércitos estaba con él” (2 Samuel 5:7, 9-10). A partir de este momento Jerusalén no se vuelve a llamar Jebús y, además de Jerusalén, es también designada como “la Ciudad de David”, “Sión” o “el monte de Sión”. David la estableció como la capital del reino unido por su ubicación central entre el límite norte de las tribus de Judá y Benjamín y el límite sur del resto de tribus que habían permanecido durante siete años leales a la familia de Saúl antes de la unificación del reino bajo David. Y fue allí donde finalmente hallaron cumplimiento las instrucciones y anuncios contenidos en la ley de Moisés en cuanto al lugar legítimo de culto indicado y autorizado por Dios en el que debía levantarse el templo fijo que reemplazaría el santuario o la tienda portátil construida para este fin durante el éxodo en el desierto