Pesa más una pequeña necedad

Salomón es el modelo del rey sabio por excelencia, bendecido por Dios con una sabiduría sin igual, pues: “Dios dio a Salomón sabiduría e inteligencia extraordinarias; sus conocimientos eran tan vastos como la arena que está a la orilla del mar. Sobrepasó en sabiduría a todos los sabios del Oriente y de Egipto” (1 Reyes 4:29-30).Sin embargo y de manera lamentable, Salomón no es recordado únicamente por su gran sabiduría y riqueza, sino también por su apostasía o abandono hacia el final de su vida de su fe exclusiva en Dios, influido en ello por sus muy numerosas esposas y concubinas procedentes de los pueblos paganos idólatras de la región que desviaron su corazón de Dios hacia sus dioses y marcaron así un triste epílogo para su vida,manchando su glorioso legado inicial. Y es que la sabiduría no es algo que se adquiere de golpe, de forma inmediata y de una vez por todas y para siempre, sino algo que debe estarse cultivando y trabajando laboriosamente día tras día sin bajar la guardia, pues como el mismo Salomón lo afirmó: “Las moscas muertas apestan y echan a perder el perfume. Pesa más una pequeña necedad que la sabiduría y la honra juntas” (Eclesiástés 10:1). Por eso una de las señales más claras de que se posee sabiduría no es solamente la humildad necesaria para no pensar mucho en esto haciendo alarde de ella y dejando que se nos suba a la cabeza, sino también no descuidarla nunca ni darla por sentada con actitudes sobradas de suficiencia, relajándonos en las disciplinas devocionales y de estudio necesarias para lograr adquirirla y conservarla