Después de la milagrosa toma de la poderosa ciudad de Jericó, la toma de la pequeña ciudad de Hai parecía meramente de trámite para Israel. Así que ni siquiera enviaron contra ella al grueso del ejército, sino a un relativamente pequeño grupo de soldados para que hiciera la tarea. Pero en contra de lo esperado, en este caso sufrieron una derrota aparatosa: “Poco después regresaron y le dieron el siguiente informe a Josué: «No es necesario que todo el pueblo vaya a la batalla. Dos o tres mil soldados serán suficientes para que tomemos Hai. Esa población tiene muy pocos hombres y no hay necesidad de cansar a todo el pueblo». Por esa razón, solo fueron a la batalla tres mil soldados, pero los de Hai los derrotaron. El ejército israelita sufrió treinta y seis bajas, y fue perseguido desde la puerta de la ciudad hasta las canteras. Allí, en una pendiente, fueron vencidos. Como resultado, todo el pueblo se acobardó y se llenó de miedo” (Josué 7:3-5). Y es que Jericó se tomó con el respaldo de Dios, pero para la toma de Hai este respaldo se había perdido por cuenta de Acán, un soldado israelita que de manera furtiva y desobediente había tomado del botín de Jericó y lo había escondido en su tienda, en contra de la solemne orden de consagrarlo a Dios para su destrucción en lo que se conoce como el anatema. Episodio que establece el principio de que con Dios de nuestra parte no existe enemigo o circunstancia en contra que no se pueda vencer o superar, pero sin Su respaldo, no existe a su vez enemigo o circunstancia en contra, por leve que pueda ser o parecernos, que no pueda derrotarnos
Pero los de Hai los derrotaron
“Con el apoyo de Dios podemos vencer contra todo pronóstico las circunstancias más adversas, pero sin él seremos vencidos por las más insignificantes”
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